ARIEL
Verano, Buenos Aires, 1995
Corría el verano de 1995 en. Buenos Aires. Llovía, las gotas eran cálidas, yo vivía en Buenos Aires, en el barrio de Palermo Viejo.
Ariel era, grande, de un metro ochenta y cinco, mas o menos…, era moreno, de nariz recta, bella, elegante… él era corpulento, de brazos fuertes, era un entrenador deportivo de un equipo de basquet. Su sonrisa era franca y generosa, cerraba sus labios, los abría lentamente, su picardía se asomaba por ellos.
Ariel y yo, nos conocimos en esos chat telefónicos y noctámbulos, que existían en la ciudad de Buenos Aires, normalmente bajo la lluvia, de noche o al alba…
El tenía 42 años… y yo 22.
Yo vivía en un viejísimo departamento, con buen amigo, actor, heterosexual, que me aceptaba y me quería como a un hermano. Estudiábamos actuación juntos. Ese departamento, se venía abajo, pero mi cuarto y mi living, estaban bien decorados, ordenados, y arreglados.
Los muros ,del departamento, eran vestustos, los techos altos, poseía dos pequeñas ventanas, que daban al pasillo, vivíamos al final de un pasillo repleto de plantas, los otros departamentos que se encontraban allí, estaban a medio hacer.
El primer día que me encontre con Ariel, estaba muy nervioso, espectante y contento. Sentía la culpa del pecado en mis espaldas, pero me repuse a ello inmediatamente.
Sentía que cierto pudor adolescente me embriagaba. Era verano, hacía calor, yo llevaba una una musculosa roja, el pelo largo hasta los hombros, un pantalón ancho de algodón, estilo asiático.
Escuche el timbre, respondí por el portero. Era él. Camino hasta la puerta de entrada, la abro, sonrío con cierta timidez.
Mi corazón late fuertemente, a toda velocidad, tengo mucho calor, mi rostro se enrojece, pero sin embargo, tomo fuerzas, mi deseo sexual supera la zozobra hacia lo desconocido, el temor a ese hombre 22 años mayor que yo, miedo a ese macho que camina detrás mío, él era Ariel, con quien comenzamos a tomarnos, tan solo con nuestras presencias, nuestra proximidad, tan solo con nuestras miradas.
Me saluda, me da un beso en la mejilla acariciándome un poco nuca, sus dedos son fuertes y gruesos.
Caminamos por el pasillo, entre las plantas, hasta llegar al departamento.
Apenas abro la puerta, le ofrezco un vaso de agua, hace calor, él transpira, y acepta sonriente, mi ofrecimiento.
Mientras bebía, me mira de reojo, me observa con obsesión, sonriente.
Me pregunta cual es mi nombre.Si mi nombre virtual, es mi nombre verdadero.
-Me llamo Alfonso-Respondo.
El atardecer adviene extraordinario, crepuscular, rojizo, cálido, la luz trasciende y se cuela por las ventanas, acariciando nuestros cuerpos, nuestras bocas.
Lentamente, comienza a acercarse a mi, toca mi rostro con su mano derecha, acaricia mi nuca con sus dedos, mi cabello, mi oreja, mientras que la otra mano, se desliza con delicada dulzura, hacia mi cuello..
Comienza a acercar sus labios hacia los míos, siento la carne tibia de su boca, me excita, me pone fuera de mi. En menos de un instante fugaz, nos besamos, siento su lengua que viaja contra en la mia, me lame, me muerde, me come.
Ahora, siento su mano contundente entrar en mi pantalón, de un tirón, me lo baja y me desviste súbitamente. Besa mi cuerpo lampiño, erguido, dócil y rebelde al mismo tiempo, milímetro a milímetro.
Ariel, está semidesnudo, me pongo en cuclillas y con suavidad le bajo sus pantalones y su ropa interior… Acerco mi boca lentamente hacia la cabeza de su pene, la soplo, la acaricio tímidamente con mis labios, luego con mi lengua, abro mi boca, y me trago todo su miembro, hasta la raíz, comienzo a acariciarle sus testículos, su entrepierna, el grita, gime. Me dice cosas indecentes…
« Que rico que estás, mi putito, chiquito, te voy a coger, que hermoso culo que tenés »… Me dice incesantemente. Mi cuerpo se abre y arde al escuchar esas palabras, que advienen cada vez más intensas, más suculentas y perversas.
Me pongo de pie, lo miro, nos besamos profundamente, toma mi nuca nuevamente, me da vueltas, apoya todo mi cuerpo sobre mi cama, me abre las piernas, y comienza a practicarme un beso negro, profundo, caliente, pasional, inundado de saliva… Me chupa, me absorbe, me besa, me penetra con su lengua, me muerde, me golpea con su pija entre mis nalgas, entre el corazón de mi ano, rosado, dilatado.
Relevo mi cuerpo, apuntando mi culo rosado hacia él. El epicentro del mismo roza la punta de su pija caliente, la cabeza de su miembro erecto es ancha, gorda, suntuosa, como una fruta apetitosa, exótica. Ahora siento su mano derecha en mi cintura, me toma fuertemente, con la otra manipula su pene, jugando así, con mi culo, entre mis nalgas. Comienza a penetrarme muy despacio, me muerde, como comiendo merengues frágiles, muerde mis orejas, me agarra del cuello, gira mi rostro hacia sus labios, saca su lengua, y me besa apasionadamente, con furia, con deseo de fuego, con pasión, mientras su verga me penetra, más y más, hasta el fondo, en mí cuerpo, penetrándome, cogiéndome, haciéndome suyo. Decidido, contorna mi cintura, con sus manos, me toma y comienza a cogerme muy fuertemente, yo grito que « no », gimo de placer y de dolor, mientras escucho de su boca, nuevamente sus palabras indecentes, inescrupulosas…
“Mmmm, me gustas mucho, sos un primor, te huelo, te como, sos mío. Sentís como te estoy cogiendo, putito, sos muy puto… mmmm, me gustas, te voy a coger todo lo que yo quiera ».
Me da vuelta, me tira en la cama, pero siempre con su miembro erecto, dentro de mi ano, entrando y saliendo sin cesar, sin parar, yo sediento de sexo y de noches, Ariel sediento de mi, y yo de él. Ariel me domina y yo amo dejarlo dominarme, sucumbir a sus deseos más íntimos, a sus palabras, suaves perversas y calurosas.
Estoy acostado boca arriba, mi culo apuntaba hacia él, estoy precisamente al borde de la cama, me toma, me arrastra hacia el medio de la cama, abre mis piernas con destreza… siento su respiración agitada, siento tu pija su pelvis, cerca nuevamente de mi cuerpo, cierro los ojos, me penetra de un sólo golpe, hasta golpear, sus testículos, entre mis nalgas, Ariel, me besa, muerde mis labios ardientes, yo grito lloro de placer, gozo de su musculoso y fuerte cuerpo.
Ahora, veo sus ojos verdes, se cierran, él comienza a gemir y a gemir , velozmente, me coge muy fuertemente, me da unos golpes en el medio de mi ano con su pija, yo la siento hasta el fondo de mi. Él grita, se estremece, siento su leche caliente, derramarse en mi, entre mis piernas, en mi culo, mientras el me besa, yo lo beso, en eso, siento el placer del éxtasis y acabo, mientras me besa, mientras me mira, mientras me abraza…
Llovía, sobre aquel departamento de Palermo, en Buenos Aires. Y nosotros dentro, tendidos , desnudos con toda la brisa tibia del verano, acariciando nuestras pieles, nuestros labios, nuestros ojos, nuestras bocas.
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