Panagiotis
Verano, Mykonos, Grecia. 2010.
En la antigua y bella isla de Mykónos, las casas están pintadas de blanco, con sus ventanas azules, como así las iglesias, con sus techos azules, esta isla pertenece a una de las míticas y bellas islas Cícladas, rodeada de un mar color turquesa, bellísimo.
El crepúsculo invita a los turistas a expandirse en él, ellos se sientan en las terrazas de los bares, brindando, hasta ver el sol ponerse, observan ese espectáculo único, esa hora crepuscular, es como si el cielo y el sol, hicieron el amor, como si se amaran eternamente, dibujando así, pintando así, con halos de luz y pinceladas ocres, dando un espectáculo único y maravilloso y.
El crepúsculo invita a los turistas a expandirse en él, ellos se sientan en las terrazas de los bares, brindando, hasta ver el sol ponerse, observan ese espectáculo único, esa hora crepuscular, es como si el cielo y el sol, hicieron el amor, como si se amaran eternamente, dibujando así, pintando así, con halos de luz y pinceladas ocres, dando un espectáculo único y maravilloso y.
Al ponerse el sol, aplaudíamos y brindábamos.
Las calles de Mykonos son bellísimas, estrechas, las playas y sus arenas blanquísimas, paradisiacas…
Las calles de Mykonos son bellísimas, estrechas, las playas y sus arenas blanquísimas, paradisiacas…
Me dirijo a la playa gay que se caracteriza por ser una isla exclusivamente para los gays. Pero en esa playa, era exclusivamente para hombres gays y nadie mas.
Mykonos es un un sitio especial y único.
El sol se ponía sobre el mar, pintando con sus rayos la superficie, las olas, la espuma del mar, y también el lomo de algunos delfines a lo lejos.
Todo era de color fuego, color caramelo, ocres rojizos bellísimos, los caminos de luz sobre el agua son un espectáculo único e inimaginable. El sol, acaricia las casas blancas, los molinos de viento.
Yo observaba el crepúsculo desde una mesa de un bar, mirando al mar.
Había ido solo a la isla, me encontraba en una típica pension griega, en donde una señora alemana, de por lo menos cuarenta y cinco años, de cabello rubio, largo, ojos azules, pequeños, de una simpatía sin igual, me atendía con esmero.
Petra, la propietaria de la pension, se había casado con un griego, su matrimonio duro veinte años, su marido murió, en un accidente, su auto se desbarrancó, cayendo inexorablemente hacia un acantilado.
Petra, la propietaria de la pension, se había casado con un griego, su matrimonio duro veinte años, su marido murió, en un accidente, su auto se desbarrancó, cayendo inexorablemente hacia un acantilado.
Petra cuidaba de la madre de su marido. Su suegra, era una mujer a la antigua, una griega fiel de sus orígenes y de sus genes, ella robusta, llevaba una mantilla negra, faldas hasta abajo de las rodillas, tenia una carácter muy fuerte, autoritario. Yo la observaba y me reía, con Petra hablamos un poco de alemán e inglés, ella me narraba sus historias.
Los muros blancos de la terraza estaban como bordados de Santa Ritas, sus flores color lila o violeta, adornaban todos los muros de la pension. Como así, al resto de las casas de toda la isla.
A los dos días, conozco a un hombre mayor, gay, elegante, bello, de unos 65 años, quien me invita a tomar una copa junto a sus amigos suizos .
Yo estaba mirando unos pañuelos, en un pequeña boutique, los mismos estaban confeccionados de hilo y algodón blanco, puros. Estaban dispuestos, sobre unos bellísimos estantes de madera, que contrastaban con los muros blancos.
Miro al señor mayor, se acerca a mi y me invita a ir con él. Acepté su invitación, pasamos una noche una noche simpática, sin más, ni más, luego mas tarde, llegaron sus amigos, ellos eran suizos, y se imponía hablar el francés.
Ya era tarde, y todos los gays, que se encontraban cenando o tomando una copa en el centro de la isla, corrían hacia el patio de una pequeña iglesia, que se encontraba al borde del mar, muchos de ellos, iban detrás de esa iglesia, para mirar el mar, aún mas de cerca y encontrase con otros hombres que también miraban el mar, además de mirarse entre ellos.
Descubro con asombro, que era un sitio de encuentros, de besos, de romances, de sexo. Me aproximo, par ver, para estar, y se veían, varias escenas, la pareja que parados miraban hacia el mar, otros besándose, otros practicando sexo oral, o directamente haciendo el amor entre las rocas.
Los gays saltaban como cabras de roca en roca, en busca del placer, del amor, bajo esa brisa de verano, que parecía sanarlo y perdonarlo todo.
Yo estaba mirando unos pañuelos, en un pequeña boutique, los mismos estaban confeccionados de hilo y algodón blanco, puros. Estaban dispuestos, sobre unos bellísimos estantes de madera, que contrastaban con los muros blancos.
Miro al señor mayor, se acerca a mi y me invita a ir con él. Acepté su invitación, pasamos una noche una noche simpática, sin más, ni más, luego mas tarde, llegaron sus amigos, ellos eran suizos, y se imponía hablar el francés.
Ya era tarde, y todos los gays, que se encontraban cenando o tomando una copa en el centro de la isla, corrían hacia el patio de una pequeña iglesia, que se encontraba al borde del mar, muchos de ellos, iban detrás de esa iglesia, para mirar el mar, aún mas de cerca y encontrase con otros hombres que también miraban el mar, además de mirarse entre ellos.
Descubro con asombro, que era un sitio de encuentros, de besos, de romances, de sexo. Me aproximo, par ver, para estar, y se veían, varias escenas, la pareja que parados miraban hacia el mar, otros besándose, otros practicando sexo oral, o directamente haciendo el amor entre las rocas.
Los gays saltaban como cabras de roca en roca, en busca del placer, del amor, bajo esa brisa de verano, que parecía sanarlo y perdonarlo todo.
Al dia siguiente, el señor suizo, me invita a la playa junto a sus amigos, ellos eran mas que guapos, eran dos adonis, perfectamente esculpidos por los dioses. Eran un estilo de gay, en donde el físico perfecto, los músculos y las marcas de ultima moda, abundaban.Ese estilo, distaba largamente del mío.
Llegamos a la playa, luego de una pequeña travesía en un pequeño barco.
Estoy en la playa, decido nadar, en las aguas cristalinas del mar Egeo. Comienzo a nadar, el agua calma, los hombres desnudos nadando a lo lejos, buceando, amándose. El sol y los veleros a lo lejos parecían saludar o volar entre el cielo y el mar…
Nado bastante, llego a unas rocas, descanso, tenia sed, el sol me daba en la cara, de manera agobiante. Busque algo de sombra, nado hasta una pequeña gruta. Allí habían varias personas, nadando, con la mitad del cuerpo, casi fuera del agua, la gruta tenia partes profundas, otras menos profundas, y poseía también una pequeña playa.
Estoy allí, solo observando las luces que jugaban entre las rocas y el agua.
En eso, veo a un hombre nadar hacia mi. El era joven, tendría unos 29 años, yo tenia 34. Se acerca, me saluda en griego, no entiendo, el sonríe.
El diálogo fué más o menos en inglés, él no lo hablaba muy bien y yo no le entendía mucho, pero si entendí su nombre, se llama Panagiotis, sus cabellos eran negros, de rizos largos, generosos, que le llegaban casi a los hombros, poseía una boca voluptuosa, carnosa, rojiza y espléndida, su nariz respingada, casi perfecta. Sus ojos eran un sueño, muy grandes, de un color azul profundo inconmensurables.
Panagiotis había nacido en Mykonos, se dedicaba al turismo, su familia poseía un antiguo viñedo y una casa frente al mar, que funcionaba como un hotel para gays. Estuvimos dialogando, y riendo. Luego, de a poco, nos fuimos mirando y observando, mirábamos a otros hombres, que se encontraban a nuestro alrededor, besándose de a dos, o más, se besaban en trios de bocas rojas.
Panagiotis era muy bello, tenia un poco de vientre, pero a mi no me importaba, me gustaba él, su sonrisa perversa, su seducción, su simpatía extrema y su ternura.
Se aproxima, quedamos cara a cara, nuestros cuerpos están, ahora casi flotando.
Me mira, acaricia mis labios.Pregunta mi nombre.
-Alfonso- respondo.
Me besa profundamente, me acaricia el sexo con el suyo, se frota, mueve su cuerpo, me abraza. Me toca las nalgas, lo miro, acerco mi boca, y comienzo a besarlo apasionadamente, toco su miembro, le practico sexo oral, me ahogo, no puedo, decido abandonar la tarea, pero seguimos besándonos, me toca las nalgas de a poco, yo las de él, acaricia con un dedo el aro de mi cuerpo …me introduce a una danza, de besos y caricias inconfundibles, se ríe. Muerde mis pezones, el cuello, juega con mis cabellos húmedos, me besa con su lengua, juega con mis labios, con mi boca, y yo con la de él.
Nuestras bocas se unen, y se desunen, como dos peces o pájaros, él me rodea, nada detrás mío, se acomoda apoyándose apenas contra mi cuerpo. Juega con su miembro viril, erecto, grande, carnoso. Roza mis nalgas, presiona la cabeza de su pene contra el epicentro de mi cuerpo, un poco mas fuerte, como para introducirlo en mí, no lo logra, yo me muevo.
El me toma con una mano del cuello, yo muevo mi pelvis, rozando la suya con mis nalgas, me toma de la cintura, con la otra mano toca su miembro, la agarra con firmeza, para introducir su grueso y potente miembro viril, lentamente mi, dentro de mi, entre mis nalgas, comienza a penetrarme como un animal acuático, como un hombre de agua, el sabía lo que hacía ,obtener placer, y darme placer a mi, nos besamos con pasión, hacíamos el amor.
Nuestras bocas se unen, y se desunen, como dos peces o pájaros, él me rodea, nada detrás mío, se acomoda apoyándose apenas contra mi cuerpo. Juega con su miembro viril, erecto, grande, carnoso. Roza mis nalgas, presiona la cabeza de su pene contra el epicentro de mi cuerpo, un poco mas fuerte, como para introducirlo en mí, no lo logra, yo me muevo.
El me toma con una mano del cuello, yo muevo mi pelvis, rozando la suya con mis nalgas, me toma de la cintura, con la otra mano toca su miembro, la agarra con firmeza, para introducir su grueso y potente miembro viril, lentamente mi, dentro de mi, entre mis nalgas, comienza a penetrarme como un animal acuático, como un hombre de agua, el sabía lo que hacía ,obtener placer, y darme placer a mi, nos besamos con pasión, hacíamos el amor.
En ese instante, siento otra mano, veo a otro hombre muy cerca de nosotros, su cuerpo era voluptuoso, tendría unos 50 años, muy guapo, tal vez era alemán o irlandés, como saberlo…, se acerco, nos abrazo, su boca estaba frente a la mía, comenzó besando a Panagiotis, yo estoy en el medio de esa situación excitante, extraña, bella, como transportada del mundo, pues en Mykonos y mas en esa playa, ser gay era la norma.
El extraño me besa, lleva mi mano hacia su pene, lo toco, lo acaricio suavemente, como puedo, siento su cuerpo fuerte contra el mío. Panagiotis me obtiene y me toma, luego saca su sexo de mi, el hombre va hacia atrás mío, me acaricia, me toca, me besa, yo lo beso intensamente. El el hombre se introduce, me estremece, me encuentro entre esos dos hombres, el joven y el adulto, y yo ahí, en el medio, como si el pasado y el presente me abrazaran.
Panagiotis me besa, y el exótico turista, se va nadando lentamente.
Panagiotis me besa, y el exótico turista, se va nadando lentamente.
Nosotros dos, nos quedamos riendo, seguimos besándonos, haciendo el amor, excitados, impregnados de un amor instantáneo.
Panagiotis y yo, nos fuimos nadando hasta la playa, nos sentamos frente al mar, tomamos un poco de agua, y nos quedamos los dos solos, mirando ese mar de color turquesa sus profundidades, los hombres que nadaban a la distancia, las barcas y los veleros lejanos, parecían, saludarnos.
Nos quedamos tomados de la mano, o abrazándonos, bajo el Sol que ahora brilla, iluminándolos, bajo los antiguos cielos del Mar Egéo.
Nos quedamos tomados de la mano, o abrazándonos, bajo el Sol que ahora brilla, iluminándolos, bajo los antiguos cielos del Mar Egéo.
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