jueves, 9 de abril de 2020

ISMAEL



Verano, Madrid 2002.



Estaba en Madrid, viviendo con una chica argentina, en el barrio de Ópera, muy cerca de la puerta del Sol.
En ese verano, yo vivía con ella, el departamento era grande, viejo, estaba en un tercer piso, mi habitación era pequeña, y yo pagaba a consecuencia, la parte que me correspondía del departamento.

Tenia dos balcones, que daban a la calle de la Unión, allí, y una pequeña ventana en la cocina, que daba a un patio en común con la vecindad.
Cuando salíamos, a la calle de la Unión, calle en la cual vivíamos, podíamos caminar, hasta la ópera, y visitar los jardines.

En el barrio de Ópera, es el nombre del barrio bonito, en donde vivía, era un sitio  calmo, elegante, austero, bello,  ideal para vivir.
No se necesita coche, pues muchas calles son peatonales, y en otras tantas, está  prohibido estacionar. Muchas calles están llenas de turistas, pero la tranquilidad y la paz, también se encuentran allí.
La plaza de la ópera es bellísima, cercano se vislumbra el imponente palacio real, los arboles que los circundan frondosos, y bellos…, el aire de Madrid es único, con sus restaurantes, cafés, en donde un puede pintar, o escribir a su antojo, mirar las gentes pasar, con sus distracciones y sus rostros inundados de sorpresas .

Los pájaros parecen danzar en el aire, remontan vuelo desde la plaza, hasta los jardines, en donde se encuentra el Palacio Real.
Uno de los secretos de la plaza de la ópera o P. Isabel II, es que debajo de ella, bajo tierra hay un museo, en el que se explica, cómo llegaba un arroyo fresco y cristalino a una fuente y de la fuente se abastecían de agua, los famosos “ aguadores de Madrid”, que distribuían el agua por toda la ciudad, mientras dialogaban, cotilleaban de unos y de otros…

Salí de mi casa, baje las escaleras, iba con mi morral, llevaba lo que llevo siempre, libros, cuadernos, libretas, una botellita de agua.
El dia era soleado, luminoso, la brisa del verano acariciaba la piel de mis brazos, de mi rostro, de mi boca fresca y matinal.
Voy hacia un cafe, me siento, abro mi morral, y saco una libreta, en donde escribo poesías, y anoto todo aquello que me sorprende, me vislumbra, me despierte curiosidad, como los secretos de la ciudad.

Salí del museo, me dirija caminando por unas callecitas peatonales, observaba los edificios, sus balcones, sus calles empedradas, las plantas, que caían de algunos balcones.
Camino, abstraído por la belleza de la ciudad.

Yo había llegado a Madrid, hacía dos meses, desde  la ciudad de Buenos Aires.
Estaba deseoso por conocer la ciudad, sus gentes sus museos, sus barrios, sus bares. Madrid es libre, desenfrenada, amena y encantadora.
La forma de hablar de los españoles, es ocurrente, inteligente y abrupta y suave a la vez.
Sigo caminando, por las calles, y me cruzo con un hombre alto, fuerte, de cabellos, castaños claros, ojos de color miel, de piel blanca, simpático.

El pasa a mi lado, me sonríe, lo miro, bajo la cabeza, pues en ese entonces, me daba pudor, mirar a los hombres a los ojos, tan de cerca, tan eventual y osado, no estaba habituado, a ese tipo de comunicación, inmediata. 
Madrid principalmente, era una de las ciudades mas abiertas y tolerantes y modernas de Europa.
De repente el extraño, sigue su camino, me giro mi cuerpo, lo veo partir, el gira, se da vueltas, y vuelve.

-Hola como te llamas-Pregunta.
-Me llamo Alfonso-. Respondo.
-Yo me llamo Ismael- Me dijo.
-Hola, como estas?
-Hola Guapo, hacia dónde vas ?
-Al museo del Prado- Respondo
-Te invito a tomar una copa-
-Bueno, esta bien, acepto-

Nos fuimos los dos caminando. Ismael tenía 37 años, yo tenía 28. Él
Era muy simpático y seductor. Llegamos a un café cercano al Parque del Retiro.

De repente siento la mano de Ismael, tocar la mía, él me toma de la mano. Yo. Me sorprendí, me reía, él también.
Hasta ese momento, no tenía en claro, cual era la intención de Ismael, para conmigo.
Verdaderamente no sabía nada a propósito de sus secretas intenciones.
Ismael, poseía una actitud libre, se lo veía fresco en su andar, empático, en su forma de ser, desenfrenado, pero cauto, él pensaba lo que decía.

Ya era tarde, y el museo del Prado estaba por cerrar, Ismael y yo, seguimos tomando un vino blanco muy fresco, estábamos sentados en una terraza de un bar del Retiro.
En eso vemos pasar algunos hombres, con actitud sospechosas. Ellos eran divinos, caminaban arduamente y velozmente, hacía la zona en dónde se encuentra la escultura del Ángel Caído, y las pistas deportivas, cerca de la salida de la Cuesta de Moyano, uno de los sitios de cruising, mas concurrido de la península Ibérica, o al menos de Madrid.
Ismael me tomo de la mano, y me invito a caminar con él hacía allí.

Yo miraba los árboles, los jardines, la inmensidad del parque, ya era el crepúsculo, los halos de luz, ocres acariciaban nuestras bocas, nuestros rostros, como así las copas de los árboles. El crepúsculo parecía confundirse con el alba, fresca y diáfana.
Llegamos allí, cerca de la estatua del ángel. 
Nos fuimos detrás de unos árboles y y de plantas tupidas…. Ismael, me llevaba de la mano, y yo caminaba con inocencia, y credulidad. Ismael me gustaba mucho, y yo tenia necesidad de amar, aunque sea por unos instantes.

Siento como si tuviera mariposas en el cuerpo. Él roza primero con sus dedos fuertes y suaves, mis labios voluptuosos de deseo, y de placer. Desliza su mano hasta mi nuca, acercando su rostro al mío, ahora nuestras bocas se unieron, nuestras lenguas danzan.

Siento la mano de Ismael, acariciar mi espalda, luego mis brazos, mientras me besaba intensamente. Yo lo beso, lo toco, lo abrazo. Allí, casi solos, rodeados de árboles, de plantas y de flores.
Ahora me toca las nalgas, me gira, me coloca una venda en los ojos, su pañuelo de cuello, cubre ahora mis ojos.
Ismael me besa, me gira, y comienza a besarme, mete su lengua profundamente, mientras me acaricia, me toca, toca mis nalgas, mis brazos, mi sexo en erección, yo  toco el suyo. 

Posee un miembro potente, un falo voluptuoso, duro como una roca.

Comienza a desvestirme, yo intento tocarlo, toco ru rostro, lo busco, lo descubro, toco sus brazos, me quedo quieto. Siento como él me desviste.
Me baja mis bermudas, me saca la ropa interior. Estoy desnudo, en el medio de un parque, con Ismael, un desconocido, con los ojos vendados. Tengo pánico, mi cuerpo se estremece,  de miedo e inseguridad.
Ismael, me besa, me acaricia, me toca con pasión, me chupa los pechos, yo no puedo resistir al placer, estoy gimiendo, me da vuelta, me pone boca abajo, me practica un exquisito beso negro, me muero de placer.

Pero tengo miedo, algo en mi me dice que esto no va… Ismael me abraza, ahora siento su piel viajar, rozar y acariciar la mía.
Su lengua transita ahora, por mi espalda, hasta mi nuca, me gira el rostro, toma mi boca y me besa con potencia y fuerza, mientras introduce lentamente sus dedos, ahora siento su pelvis, sobre mis nalgas, su falo incesante, la cabeza gruesa y lisa de su miembro viril, se apoya lentamente en el centro, entre mis nalgas, potentes, blanco mate. Ismael, comienza a cabalgar sobre mi, en mi, dentro de mi…

Siento su piel, el perfume de su cuerpo, siento su boca, estoy con los ojos vendados, veo solo sombras, huelo las plantas, las flores, escucho los pájaros.
Ismael grita, gime, se estremece, yo también, siento su elixir, su respiración agitada.
Yo sin esperarlo, siento un intimo y profundo placer, cierro los ojos, y eyaculo sobre la hierba.
Ismael, se sonríe, me besa, yo lo beso. Nos vestimos, y nos fuimos caminando por los caminos del Parque del Retiro, de Madrid, allí, en la noche desveladas.

Ahora la luna menguante me acaricia.
Las bocas ya viajan lejanas, para descubrirse en otras bocas, en las horas profundas de la noche, en donde la elegancia del secreto se viste de seda blanca.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Le Bocche: Panagiotis.

Estate, Mykonos, Grecia. 2010. Nell'antica e bellissima isola di Mykonos, le case sono dipinte di bianco, con le loro finestre blu, co...